La Fiesta del Domingo

La noche cae sobre Bogotá mientras las cosas parecen llenarse de soledad. Las calles vacías dejan que sobre ellas se acueste un frío que las cubre. A lo lejos, por donde el horizonte esconde su nombre, se pierden los ojos de algunas personas. Las demás descansan en sus casas frente a la TV, están en alguna sala de teatro viendo una película o simplemente se preparan para la nueva semana que entra, una rutina laboral que enceguece. Los acordes de la música electrónica entran por mis oídos mientras continúo mirando el horizonte por el que es posible apreciar las luces de los aviones lejanos aterrizando en el aeropuerto. Eso es lo bueno del Cha Cha bar: es posible apreciar al Gigante Herido en toda su dimensión. Me volteo y me encuentro con la mirada de mi chica. Habla con un amigo de ella que frecuenta mucho estas fiestas. Están con uno de los dueños de la rumba. Me llama y camino hacia ellos. Le confirmo que hago un reportaje sobre la vida nocturna. Le digo que es bueno documentar las cosas para dejar un registro de ellas. Al lugar han ido entrando muchas personas, aunque no está abarrotado de gente. Me mira con cierta incredulidad. No sé si le molesta que irrumpa en su intimidad o si lo hemos tomado por sorpresa. Al lado nuestro un par de hombres se besan mientras otro luciendo un bikini anaranjado fosforescente baila al compás de la música, sosteniendo en sus manos una pelota playera del mismo color. Está parado sobre un redondel de aserrín que emula una playa sobre la que hay una asoleadora y un televisor de pantalla plana con la imagen detenida de un barco pesquero en la mitad del mar.

El nombre de estas fiestas que se hacen los domingos cada quince días es Sungay parties. Su nombre juega con la palabra en ingles para el domingo, Sunday, y la palabra gay, a quienes va dirigida la fiesta.


- Intentamos resaltar un icono homosexual en cada una de las fiestas - me dice el hombre que luce un poco intranquilo. Más adelante me entero que su novio no ha llegado y que eso lo tiene “como un gato”. Descanso al saber que no es la crónica lo que lo intranquiliza. Dice que éste tipo de fiestas se celebran en las capitales más importantes del mundo y que en Colombia apenas se están introduciendo. El lugar luce cada vez más lleno. Algunos hombres que acaban de llegar se abrazan con otros.

Una fiesta un domingo no es muy frecuente. Mucho menos en una ciudad como Bogotá, que apenas se está abriendo ante las nuevas tendencias del mundo. Los hombres parecen estarla pasando bien. Se ríen entre si, se miran y bailan juntos. Es evidente que el ambiente del lugar los acoge sacándolos del mundo que late afuera. El hombre me comenta que el homosexual es una persona depresiva por múltiples razones, como la de no tener hijos. Dice que el domingo es un día lúgubre y que en ese orden de ideas una rumba ese día los saca de la depresión ya que lo convierte un día común en el que pueden irse a tomar unos tragos, pasar un rato agradable en compañía de sus amigos, sin pensar en tantas cosas que se pueden cruzar por su cabeza. Me habla de la soledad homosexual dando a entender que antes de que las fiestas se hicieran, aquellos días dominicales que enfrentan a la gente con su propia existencia, la soledad le caía encima así como el frío afuera cae sobre la calle vacía.


La gente baila con la ciudad como telón de fondo. El sitio se ha ido llenando casi por completo. Todo marcha muy tranquilo como cualquier otra noche en aquel bar, al que acuden hombres y mujeres al disfrute de un ambiente elegante y agradable, que utiliza la decoración barroca de otra época. El ambiente que se respira es de tranquilidad antes que de algarabía y lujuria. Algo muy distinto al desenfreno de una rumba gay que se vive un viernes o sábado en el Teatrón, cuando las personas están exaltadas y se dejan llevar por el influjo del alcohol y las drogas.

Continúa diciendo que se trata de fiestas temáticas. Al fin y al cabo todos sabemos que la playa supone un lugar paradisíaco en el que las personas se olvidan de sus problemas al disfrute de la vista y el arrullo de las olas. Bebo un sorbo de cerveza y lo escucho con atención. Hay todo un concepto desarrollado que las describe.

La rumba por lo general comienza al anochecer - 6:30 p.m. en Bogotá -, va adquiriendo una inercia hasta las 9:30 p.m. hora en la cual logra su clímax, extendiéndose hasta altas horas de la madrugada para aquellos que lo resistan y puedan ir el lunes a trabajar luego de haber rumbeado desde el jueves anterior sin parar.

- Así es esta vida, no se tienen hijos pero se vive de fiesta – termina diciendo.


Más tarde en la noche el hombre del bikini abandona su playa, camina al salón principal del bar y se sube a la barra para bailar en ella. La gente continúa bailando, mientras que la noche del domingo se va haciendo vieja y la nueva semana se dibuja sobre el oscuro horizonte de la noche. Salgo a la terraza con mi chica y observo al Gigante Herido. Me abraza mientras me pierdo en el horizonte pensando en que para muchos de estos hombres la oscuridad no se encuentra en la noche sino en el día cuando vuelven a sus vidas normales y es posible verlos cargando una profunda soledad en sus rostros.

Comments

Ana Nieto said…
A partir de este escrito quiero contar que ayer puede ver a una pareja de mujeres expresando su afecto en público. No fue vulgar, ni desagradable, eran como una pareja “normal” de novios. Me alegró mucho ver que esto estaba pasando no en un bar gay sino en "La Juguetería". Con la curiosidad de la novedad, las observé un poco insistente, tal vez porque no podía creer que estuviera sucediendo. Admiré no sólo su valentía, si no que nadie reprochó lo que estaban haciendo. Me pregunto si hubiera pasado lo mismo, si la pareja hubiera sido de hombres.


Sueño con la tolerancia hacia todas las formas de sexualidad y en general con las opciones de vida diversas. Un ambiente en el que los “distintos” no sean rechazados u observados como atracciones de circo. Creo que la diversidad es mucho más provechosa para esta sociedad y que todos seríamos más sanos si nos sintiéramos libres de demostrar lo que realmente somos. Hay que reconocer que todos usamos máscaras y que a veces a veces preferimos disfrazarnos a asumir el riesgo de ser rechazados. Celebremos por los que se aceptan tal cual son y no tienen miedo a expresarlo en público.
La crónica invita a la tolerancia, es cierto, habla de vidas posibles, de fraternidad en la rumba, resperto por la condición del otro.
Anonymous said…
usted bechara es un pendejazo!
Anonymous said…
Que bien que se reconozca la diferencia, es hora de incorporar a los gays y a las lesbianas a la vida del mundo. que terminen las descriminaciones y el racismo.
Hector Herrera said…
buen escrito, me llamo la atención un anuncio de esta fiesta en la candelaria, y por eso busqué la palabra "sungay" en google y vine a dar a este blog. Ja, yo también estudio Derecho, en los Andes, escribí esto,,si tienes tiempo sería bueno que lo leyeras. http://periodicocantaleta.blogspot.com/2007/09/todo-es-una-mierda-por-hctor-herrera.html
Anonymous said…
Es cierto que la tolerancia es importante estoy de acuerdo, pero este escrito lo único que muestra es la vida tan banal del escritor.....la tolerancia va mas allá de una rumba en Cha Chá..... Por favor ecribamos cosas que de verdad aporten a la sociedad.... los que admiran el escrito deben llevar la misma vida plastica y poco profunda.

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