Las Líneas Soñadas

Aterrizamos por la tarde. El moderno aeropuerto de Lima era toda una revelación así como lo había sido el de Cuzco. Cambiamos nuestros tiquetes y sin perder tiempo averiguamos cómo podíamos irnos hasta Nazca. Tomamos un bus a la terminal en donde compramos los pasajes. Al cabo de algunas horas emprendimos el viaje soñando con las líneas que de chicos habíamos oído hablar tanto. El misterio se tendía como la oscuridad de la noche. El autobús rompía el aire de madrugada. Bordeábamos el pacífico hacia el sur imaginando naves espaciales. El cielo en el hemisferio pintaba estrellas lejanas. Tal vez ellas tuvieran las respuestas a tantas preguntas. A las tres y media descendimos con nuestros morrales y el bus continuó rumbo a Arequipa. Nos abordó un hombre que dijo trabajar para una de las compañías aeronáuticas que sobrevuelan las líneas. Nos fuimos con él hasta un pequeño hotel al otro lado del poblado esperando el amanecer. Un sentimiento novedoso se acrecentó cuando los primeros haces de luz se pronunciaron en las polvorientas calles de Nazca, en las que llueve una sola vez cada dos años y por escasos minutos.

Situada a exactos cincuenta kilómetros del mar pacífico y a otros exactos cincuenta kilómetros de la cadena montañosa de los Andes, la ciudad ha sido tumbada varias veces por repetidos terremotos, lo que hace que su aspecto por sectores se vea ruinoso. Un tono ocre la pinta recordando que se ubica en una zona árida. A pocos kilómetros de allí se encuentran las dunas de Ica.

A las siete de la mañana una camioneta llegó a buscarnos. Un sol brillante escalaba el horizonte. Nos presentaron a nuestros nuevos compañeros de aventura. Un coreano y una pareja danesa. El hombre, un viejo escandinavo de barba blanca, dijo estar cumpliendo uno de sus sueños de infancia. Por fin vería las míticas líneas de las que tanto había oído hablar desde chico. Yo mismo recordaba a mi padre hablándome de ellas como si fueran la prueba de que el hombre no está solo en el universo.

Rumbo al aeropuerto pensé en la condición de invisibilidad, sospechando que tal vez sea eso lo que genera en ellas tanta fascinación y misterio. Al fin y al cabo sólo pueden ser vistas desde arriba, lo que induce a pensar que en épocas antiguas, cuando la tecnología del hombre estaba muy lejos de conocer el vuelo, éramos visitados por seres de otros mundos. La autopista panamericana cruza la figura del lagarto por la mitad, porque al momento de su construcción nadie sabía de su existencia. En 1927 el arqueólogo Mejía Xespe fue informado acerca de la presencia de unos misteriosos geoglifos, y dos años después el estadounidense Paul Kosok ratificó su existencia.

El torrente en mi sangre se disparó con la aceleración de la avioneta sobre la pista de despegue. Se elevó. En nuestros rostros se dibujaron sonrisas de esas que se pintan pocas veces cuando uno se sabe próximo a vivir una experiencia irrepetible. Encaminada hacia la primera figura del recorrido, pudimos ver la belleza de las pampas de Nazca. Con gran emoción nos inclinamos sobre la ventana del avión, cuando el piloto indico la figura del astronauta. La sobrevoló en círculos y nos dirigimos hacia la araña pensando en la maravilla arqueológica que veíamos. La avioneta continuó su recorrido sobre la figura del colibrí, el cóndor, las manos, el árbol, el loro, la ballena, el perro y el mono, quien parece estar en disposición de aprisionar en sus manos un objeto. Pensé en la geometría de las formas y la exactitud con la que se combinan cuadrados, triángulos, líneas zigzagueantes, líneas oscilantes, centros estrellados y espirales, formando un mosaico de figuras artísticas.

Sobrevolamos el acueducto cuya panorámica desde el aire forma una serie de profundas espirales en piedra sobre una línea recta, y nos dirigimos al aeropuerto en donde aterrizamos consientes de ser muy afortunados al haber visto como lo hacen los dioses, uno de los más grandes misterios de la humanidad. Una de las tantas teorías afirma que toda la pampa es un gran santuario religioso.

Nos tomamos la foto de rigor junto a la avioneta y luego vimos un video de media hora sobre Maria Reicht, una enfermera alemana que dedicó su vida al estudio de las líneas y concluyó, luego de cuarenta años de estudio abnegado, que se trata de un gran calendario astronómico. La teoría del alemán Erich Von Daniken, quien en su libro La respuesta de los dioses, afirmó que las líneas son pistas de aterrizaje para naves extraterrestres fue desvirtuada por ella.


Alquilamos los servicios de un guía que nos llevó en carro al museo de María Reicht, al lado de la carretera panamericana, en donde a poca distancia hay dispuesta una torre para ver desde lo alto las figuras del árbol y las manos. Recorrimos la planicie entre el calor sofocante, viendo sobre el horizonte las avionetas circunnavegar las líneas. Más tarde visitamos las ruinas de una ciudad Nazca, la figura de un telar que puede ser vista desde un cerro y el acueducto, escuchando por boca de nuestro guía algunas otras teorías, como la que supone que las líneas y figuras son puntos que señalan el enramado de un gran acueducto subterráneo.

Nos embarcamos en un bus a Lima por la noche con una extraña sensación, pensando que así María Reicht le haya dedicado su vida al misterio de las líneas, en realidad nada se sabe a ciencia cierta. Aparte de los estudios y suposiciones continúan siendo un enigma. Recostado contra la ventana viendo de nuevo a las estrellas lejanas que se pintaban sobre el hemisferio, me pareció ver unas luces suspendidas en el cielo. Las miré con detenimiento, pensando que en unas tierras en las que todo está en entredicho, puede asaltar la duda en cualquier momento.

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