“Triste derrota ante El Toro” – Parte VI – Por: Eduardo Bechara Navratilova


Cristina Maillo-Belda pone rostro largo y meditabundo. Ojos hinchados, parpados caídos, desilusión en su mirada. - El entrenador Nowak está hablando con el equipo. Cuando acabe pueden entrevistar a los jugadores -, dice con voz queda. Se da media vuelta y entra al camerino del ‘Philadelphia Union’.

Perder te pone así: taciturno y acongojado. El abatimiento te despoja de la energía de antes, esa que tendrías exacerbada de haber salido victorioso. Triunfar te infla el pecho y sube tu autoestima, al punto en te sientes campeón del mundo. Por algún tiempo te lo crees, así seas el campeón de tu propio mundo. ¿Cómo evitarlo? Todos quisiéramos ser campeones y saborear el elixir que deja la victoria. El perdedor se queda con su derrota. La mastica en silencio y la trata de olvidar lo más rápido posible. El evento queda guardado en ese cajón de los recuerdos que detestas volver a abrir. Supongo que algo de indignidad hay en cada derrota, una imposición forzosa, aceptación involuntaria de que fuiste vencido. Querías el triunfo pero te quedas con el fracaso, como si ello te hiciera inferior. La ambición te expuso. Si no hubieras contendido por la victoria estarías tranquilo. No serías héroe, pero tampoco villano, aquel que lo quiso todo, pero en vez de la gloria se gano la humillación. Eso pasa cuando entras en un juego, luchas por la victoria pero te expones a la derrota.

- ¿Vamos a ver al entrenador del ‘New York Red Bull’ mientras tanto? -, pregunta Siro asintiendo con la cabeza.

El salón de prensa anda abarrotado con cámaras de video sobre sus trípodes, fotógrafos con equipos digitales, periodistas con grabadoras electrónicas y libretas de apuntes. Hans Backe, llega con su jefe de prensa, se para tras el atril con el logo de “Red Bull” y responde algunas preguntas sobre el micrófono.

- Considera que el equipo esta llegando al nivel esperado -, le pregunta un periodista del ‘New York Times’.

- Todos los partidos han sido muy parejos y eso no me tiene satisfecho -, dice inclinando la cara hacia delante -. ‘Philadelphia Union’ lleva cuatro partidos y nos puso contra las cuerdas. Un día de estos voy a tener un ataque de nervios -. Le traduzco a Siro.

- Si vez, los nervios también son resultado del miedo -, dice Siro apuntando en su libreta.

Le tomo una foto al entrenador sueco retratando su rostro de nariz recta y tez colorada. Su pelo gris contrasta contra el telón oscuro con logotipos de la bebida energética.



- ¿Cree que éste partido fue un ‘derby’ dada la cercanía entre Nueva York y Filadelfia?

- Se decía que iban a llegar más de quince mil asistentes desde Filadelfia y difícilmente llegaron un par de cientos -, dice negando con la cabeza. - El partido fue muy silencioso como para considerarse un ‘derby’. Aún no se le puede llamar así -. Responde algunas otras preguntas acerca del rendimiento del equipo y los partidos que están por venir. Se despide.

Piotr Nowak entra en compañía de Cristina. Se para tras el atril con su traje y corbata. - Nowak, ha sido uno de los mejores futbolistas polacos de la historia -, susurra Siro.

- ¿Qué le está faltando al equipo? -, le pregunta un periodista del ‘Philadelphia Inquirer’.

- Hay que entender que somos principiantes en esta liga y por ser novatos hemos cometido errores -, indica subiendo los hombros. - El equipo ha jugado bien pero ha cometido errores y los ha pagado.

- Han estado cerca de sacar varios resultados. ¿Por qué se escapan al final?

- Si uno no hace los goles luego está en aprietos.

- ¿Fue intencional la mano?

Nowak sube las cejas. - Es difícil de decir, pero se pudo haber prevenido.

- ¿Por qué sacó a Torres?

- Estaba perdido en la cancha. No fue su día -, dice frunciendo el ceño.

- Tiene razón José Carbone. Nowak se predispuso con Torres -, le digo a Siro. - ¿Le preguntamos su opinión de Seitz?

- Sí, dale. Sería interesante ver qué piensa de los errores infantiles que ha cometido el arquero.

- No sé, me da tristeza con él -, digo plegando los labios. - No quiero ponerme de catalizador.

- Qué le dice al equipo después de esta derrota -, pregunta otro periodista de Filadelfia.

- Que jugamos bien y que debemos seguir adelante. Las derrotas hay que dejarlas atrás, no nos pueden detener. La parte física del equipo está muy bien. Tenemos que dejar de cometer errores y empezar a ganar puntos. Hay que ir a misa y rezar para que se acaben los errores -, indica pronunciando una leve sonrisa.

- Todo mundo le apuesta a la Fe -, le digo a Siro. - Es una forma de enfrentar los miedos.

Salimos de la rueda de prensa antes de que se acabe. - ¿Quieres hablar con Ángel? -, me pregunta subiendo su maleta al hombro.

- Me parece más interesante hablar con Torres -. Entramos al camerino del ‘Philadelphia Union’, iluminado por los reflectores de las cámaras de reporteros de T.V. que hablan con Orozco y Moreno. Roger Torres es entrevistado por un periodista de gafas y gorra. Esperamos a que acabe y nos acercamos.



- Felicitaciones, Roger. ¿Qué pasó? -, le pregunta Siro.

Roger baja los ojos al suelo. - Venía golpeado -, dice mostrando su tobillo, - pero podía seguir. Quería continuar, que el profe me diera el chance de jugar el segundo tiempo.

- ¿Qué viene en la semana entrante?

- Entrenar muy duro e intentar sacar el resultado el próximo partido ante el Galaxy -, dice mirando al vacío, un arete brilla en su oreja.

- ¿A qué futbolista colombiano emulas? ¿Al Pibe? -. Siro inclina la cabeza.

- Giovanni Hernández -, responde el joven levantando los ojos. Le tomo una foto. Su pelo corto, aún húmedo. Una cadena de cristales visible sobre el cuello en V que forma su camisa polo del equipo.

- ¿Hablas inglés? -, le pregunto.

- No, pero lo estoy aprendiendo.

- ¿En qué idioma te comunicas con el técnico?

- Tenemos traductores, aunque cada vez le entiendo más.

- ¿Te ha gustado Filadelfia?

- Por el momento sí -, dice asintiendo con la cabeza.

- Mucha suerte en los partidos que vienen -, le indica Siro dándole unas palmadas en el hombro. Nos da la mano y se despide.



Michael Orozco llega a nuestro lado. - ¡Felicitaciones, Orozco! -, le dice Siro abriendo los ojos.

- ¿Felicitaciones de qué? -, pregunta el jugador arrugando los suyos. Me río.

- Bueno, pues jugaron un muy buen partido, son un equipo nuevo. ¿Qué pasó en la mano?

- La bola venía desde muy lejos. Hizo un extraño en el aire -, dice subiendo la mano a la altura de su rostro. La mueve de un lado a otro emulando su trayectoria.

- Los balones de hoy en día son muy livianos -, le digo asintiendo con la cabeza -. Pueden trazar trayectorias irregulares en el aire.

- ¿Qué viene para ustedes? -, le pregunta Siro.

- Dejar de hacer errores.

- Bueno, de todos modos hay que levantar la cara, el lado positivo es que tienen un muy buen equipo.

Salimos del estadio ante la tarde que muere. El ocaso tiñe al mundo de color azuloso. Un hombre con la camiseta del “New York Red Bulls”, hace fila para conocer a los jugadores. Su rostro entero pintado de rojo. La tinta delinea sus orejas, las arrugas de su frente, el candado que forma su barba. Un aro plateado cuelga de su nariz hasta la altura del mentón. Un par de cachos de toro empotrados en su cabeza rapada. Me paro a su lado y pongo cara de malo. Siro nos toma una foto. - Tienes más cara de diablo tú que él -, dice mirando la pantalla. - Roger Torres, me pareció un muchacho tímido y sencillo -, añade camino al carro.



- Me cagué de la risa con las felicitaciones que le diste a él y a Orozco ¿Por qué los felicitaste?

- Siempre fui árbitro y nunca entré en contacto con los jugadores. Esta nueva profesión de comunicador me permite acercarme a ellos.

- Claro, eso te emociona.

- ¿Cómo vas a titular la crónica?

- Aún no sé, el título es lo último que se pone.

- Yo tampoco sé como titular mi artículo. ¿Los títulos tienen derechos de autor?

- Hay que ponerlos entre comillas y citar al autor si no es tuyo -. Tomamos la I – 95 hacia el sur, ante la noche que cae. Pasamos Newark y entramos a una estación de servicio a comer una hamburguesa. José Carbone, Johann Baruqui y Jesús Rincón, el fotógrafo de “La hora de la patada”, andan sentados en una mesa.

- Entrevistamos a Ángel -, dice José ajustando sus gafas. - Nos dijo que ‘Philadelphia Union’ parece un equipo que lleva jugando cuatro años, en vez de cuatro partidos. Estaba admirado por su sistema de juego.

- Todo es culpa de Seitz, regaló el primer gol -, dice Johann.

- Después del error que hizo contra el ‘D.C. United’, al entregarle el balón al delantero, quedó pintado de por vida.

Salimos de nuevo ante la temperatura descendente. - Encontré un título para tu artículo -, le dice Johann a Siro. - Triste derrota ante El Toro.

- Voy a darle gusto. ¿A ti como te parece? -, me pregunta Siro en el carro.

- Es poético.

- Ese es, entonces.



Retomamos la I – 95 ante la oscuridad de la noche. - Mira que las luces del carro alumbran hasta cierta distancia -, le digo a Siro con los ojos sobre la carretera -. De ahí hacia adelante es todo oscuridad -, añado barriendo la mano sobre el aire. - Hay un trecho que no podemos ver, pero sabemos que existe. Así hay que enfrentar los miedos, sabiendo que siempre hay algo visible detrás de lo desconocido.

- El miedo a lo desconocido es uno de los grandes miedos, junto al de la crítica, el rechazo y el fracaso.

- Lo que te puedo decir es que no vas a perder el miedo si no eres criticado, si no eres rechazado, si no fracasas y te pierdes de tiempo en tiempo en lo desconocido. Lo mismo pasa con el juego. Cuando juegas te expones a perder. Pero no hay que tener miedo a jugar, ni tener miedo a ganar, ni a perder. Lo peor que te puede pasar es eso, perder. Y después de unos días ya ni te acuerdas de ello. La gente que más lejos llega es la que es inmune a la crítica. Les pueden dar palo, pero siguen firmes como robles. En esos casos yo siempre aplico el mismo principio: Me importa un culo lo que digan mis detractores.



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